Tal vez nos impacientemos con nosotros mismos cuando continuamos cometiendo los mismos pecados una y otra vez. Esto puede hacer que nos desalentemos, o puede que temamos estar condenados a las recaídas.
Pedro le pregunto a Jesús: ‘’Señor, cuantas veces perdonare a mi hermano que peque contra mí? Hasta siete? Y Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete’’ (Mateo 18. 21-22).
Si esta debe ser nuestra actitud hacia los demás, acaso no tiene sentido que nos tratemos a nosotros mismos con igual benevolencia? Debemos ser tan pacientes con nosotros como Dios espera que seamos con otros.
Pablo escribió ‘’ También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado’’ (Romanos 5. 3-5)
Aprender a esperar pacientemente es una característica importante que debemos desarrollar.
Cada vez que confesamos haber pecado y aceptamos el perdón de Dios, tenemos la oportunidad de ejercer nuestra esperanza y la fe, y así no avergonzarnos cada vez que caigamos. Podemos confesar nuestras faltas, arrepentirnos, y seguir adelante. El amor de Dios por nosotros y se reafirma cada vez que confiamos en el. De esta forma el Señor nos ayuda a mantener en alto nuestras cabezas sin importar lo que pase.
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